Ubicados a cada extremo del Palacio, estos vestíbulos servían originalmente para el ingreso privado de la familia real, en particular del Rey y la Reina consorte, que desde aquí podían acceder de
forma rápida a sus respectivos apartamentos en la planta noble. La extrema sencillez de los espacios destaca por las paredes paneladas de madera pintada de blanco, así como las cuatro columnas de
fuste cilíndrico y cubiertas de mármol gris ruso. Poseen cuatro grabados con dibujos de las otras residencias reales de la época (Pusuquí, Quinindé, Coltapamba y Guayaquil).